Colombia desembarcó en esta Copa América volviendo a ser una de las favoritas para la competición tras muchos años. La culpa de todo la ha tenido el fantástico grupo formado por el seleccionador Néstor Lorenzo y la increíble marca de 23 partidos consecutivos sin conocer la derrota que atesoraban los cafeteros al comenzar el torneo. De entre toda la plantilla de la ‘tricolor’, uno siempre debe destacar el nombre de su capitán, de James Rodríguez, que llegó a esta Copa América después de un año complicado en el Sao Paulo.
Condenado prácticamente al ostracismo en Brasil por su entrenador Luis Zubeldia, y muy criticado por aficionados y exjugadores, el colombiano encontró en este campeonato la forma de reivindicarse, de mostrarle al mundo ese fútbol que siempre ha tenido en guardado en las botas. Cuando James se enfunda la ’10’ cafetera la magia comienza a surgir y sus compañeros y los colombianos lo saben, por eso es el ídolo, el jugador que todos los niños aspiran a ser.
Durante toda la competición los suyos lo han buscado en el campo, porque él era el metrónomo que marcaba el ritmo al que bailaba Colombia y porque siempre estaba en el lugar y en el momento justo. Ver jugar a James Rodríguez en esta Copa América ha sido un placer para la vista, que ha recordado a aquel jugador que enamoró Europa hace ya bastante tiempo y que parecía que no se volvería a ver.
A medida que el campeonato fue avanzando, sus actuaciones y sus números fueron creciendo, permitiendo que Colombia se postulase como la gran rival de Argentina por el título. Siempre ha sido el líder, el faro que guiaba a los suyos entre la niebla. Solo hubo que ver como la otra gran estrella de la ‘tricolor’, el extremo del Liverpool Luís Díaz, declaraba con un llanto desconsolado tras el pase a la final que siempre le había hecho saber a James que era su ídolo y que sin ninguna duda esta era ‘su’ Copa América.
A este campeonato solo le ha faltado la guinda del pastel, tener el honor de levantar la segunda de Colombia el domingo en Miami. Caprichos del destino, la racha de invatibilidad colombiana comenzó tras una derrota de Argentina y ha terminado de la misma manera y de la forma más cruel posible, perdiendo la final.
