La imagen habla por sí sola. Clement Turpin pita el final del Países Bajos-Turquía en el Olímpico de Berlín y se produce el inconfundible contraste de emociones entre ganadores y perdedores en unos cuartos de final de la Eurocopa. Los jugadores de la Oranje explotan de alegría por el pase a las semifinales y los todos los futbolistas otomanos, desconsolados, se derrumban sobre el césped, conscientes de la oportunidad perdida.
Todos, menos uno. Arda Güler acude a consolar a sus compañeros uno a uno. El más joven de la tropa de Vincenzo Montella, una de las sensaciones de la Eurocopa, muestra una madurez impropia de sus 19 años a pesar de la dolorosa derrota. De nuevo se ha erigido en el líder de su selección, mandando y ordenando con su juego y con sus gestos para llevar de cabeza al equipo de Ronald Koeman.
Su asistencia (con la pierna mala, la derecha) para el cabezazo Samet Akaydin en el minuto 35 para el 0-1 abre de nuevo de par en par el sueño de Turquía de seguir avanzando en la Eurocopa. En la ronda de octavos, contra una Austria que llegaba lanzada a las eliminatorias, también fue decisivo. Suyo fue el córner que acabó en el 1-0 de Demiral en el minuto 1 y, en la segunda parte, puso un centro medido desde la esquina para el doblete del central. Su reacción tras la asistencia, encararse con la grada de Austria, que segundos antes le estaba insultando y lanzando objetos.
Arda Güler, eso sí, irrumpió en la Eurocopa con un golazo espectacular a Georgia. Con el zurdazo imposible para Mamardashvili dijo ‘aquí estoy yo’, y desde entonces su influencia en Turquía no ha dejado de crecer. Intocable para Vincenzo Montella, solo fue suplente en la derrota contra Portugal por precaución.