Durante días, Francisco Lindor se había estado sintiendo mal. Pero la situación empeoró lo suficiente la noche del miércoles como para que el puertorriqueño pidiera salir del juego.
“Iba a vomitar en el campo corto”, dijo Lindor. “O hacer ‘número 2’ ahí donde se para el short stop”.
Sintiéndose muy mal, Lindor se fue a su casa, donde su esposa, Katia, le había preparado varias cosas para cuidarlo. Junto a su lado de la cama, Katia colocó agua, medicamentos para las náuseas, Tylenol, Pedialyte y una bolsa vacía, solo por si acaso. Apenas durmió y se despertó aún enfermo. Pero al llegar al Citi Field y recibir fluidos intravenosos, Lindor comenzó a suplicarle al manager Carlos Mendoza que lo pusiera en la alineación.
“Sabía que eso iba a pasar”, contó el venezolano Mendoza.
El manager cedió, aunque hasta cierto punto: Lindor comenzaría en la banca él último juego de la serie contra los Cachorros el jueves, para luego entrar en algún momento durante el encuentro si era necesario. Como le dijo Mendoza: “Mira, te daré los primeros cuatro o cinco innings libres, porque sé que vas a estar a la altura”.
Y así lo hizo Lindor. Dos veces. Su doble de dos carreras como emergente acercó a los Mets en la sexta entrada, antes de pegar otro doble de dos rayas en el undécimo acto que les dio una victoria por 7-6 sobre los Cachorros.